A propósito del restablecimiento del nombre de “Ramón Falcón” a la Escuela de Cadetes de la Policía Federal, la Secretaría de Formación y el Bachillerato Popular “Miguelito Pepe”, de la CTAA Capital, elaboraron la siguiente reflexión.
En el contexto de crueldad institucional que nos toca atravesar como sociedad, con un presidente como Javier Milei entregando la soberanía nacional a cambio de una foto con sus ídolos y algunos dólares que le permitan subsistir a costa del pueblo que odia, no es de extrañar que su ministra insignia (por el momento), se sume a la batalla cultural y reponga el nombre de un asesino a la escuela de cadetes de una de las fuerzas que conduce.
Así, una vez más, la violencia simbólica se instala y pretende vestirse de sentido común para normalizar la pérdida de derechos, la enajenación de sentidos y el secuestro de la historia.
En ese sentido, el Coronel Ramón Lorenzo Falcón es un digno prócer que admirar para una ministra como Patricia Bullrich, que considera héroes a los miembros de las fuerzas de seguridad que practican el gatillo fácil o el uso desmedido de la fuerza en una manifestación popular.
¿Quién mejor que un fiel perro de las patronales y poderosos para una rancia oligarca como la ministra? ¿Cómo no reparar la memoria del fiel servidor de sus propios intereses familiares, de clase y de negocios?
Para Patricia Bullrich Luro Pueyrredón no hay mejor inspiración para las y los cadetes policiales, que este antepasado al que no le tembló el pulso a la hora de reprimir ferozmente las protestas obreras de fines del siglo XIX y principios del XX. Falcón fue el jefe de la Policía en una Argentina profundamente desigual y sin derechos para las mayorías, una Argentina con largas y extenuantes jornadas de trabajo, sin vacaciones ni condiciones dignas de vida, pero también de un movimiento obrero revolucionario y combativo que elegía la acción directa como forma de lucha.
Hoy, más de un siglo después, con una profunda y terrible reforma de Estado, sus leyes y fundamentos en franco avance, el gobierno entiende que hace falta adoctrinar en el espíritu de Falcón a las y los futuros policías para que tampoco les tiemble el pulso a la hora de reprimir a las y los jubilados, a las personas con discapacidad, a las y los trabajadores, a estudiantes e incluso a niñas y a todas, todes y todos aquellos que atenten contra este orden cruel y desigual que pretenden imponer, mientras reciben aportes narcos, administran las coimas de empresarios y regalan nuestro patrimonio y nuestro suelo a los viejos imperios de los que nos independizamos.
Pero la clase trabajadora no olvida a sus verdugos. Aunque su oprobioso nombre se les impongan a calles y a escuelas, aunque se erijan sus bustos y se destruyan los monumentos a quienes denunciaron sus aberraciones (como Don Osvaldo Bayer), no olvidaremos que Ramón L. Falcón fue un asesino de obreros, un represor servil a los poderosos, un sanguinario.
Por ello desde hace más de diez años llevamos a Miguelito Pepe, quizás uno de las primeras víctimas del gatillo fácil policial de nuestra historia, en el nombre de uno de nuestros bachilleratos populares. Porque si la escuela donde se forman los agentes policiales lleva el nombre de un asesino de obreros, el nombre de Miguelito Pepe, joven anarquista, inmigrante, inquilino y trabajador, asesinado por solidario ycombativo, por resistir el desalojo de un conventillo en huelga allá por 1907, cuando el no pago de alquileres fue la consigna de 100.000 inquilinos en la ciudad más rica y desigual del país, será faro para nuestras y nuestros egresados.
La realidad es una sola: Ramón Falcón sólo fue un célebre verdugo ajusticiado por un valiente hijo de nuestra clase trabajadora en una Argentina sin derechos y sólo puede ser reivindicado por quienes defienden aquel y este modelo de la crueldad y el autoritarismo, por quienes nos quieren hambreados, desorganizados y sin derechos.









